La calidad de una inspección termográfica depende, en gran medida, de que exista un contraste
térmico suficiente entre el interior y el exterior del edificio.
Sin al menos 10-15 °C de diferencia, muchas fugas e irregularidades térmicas pueden pasar
desapercibidas.
En proyectos Passivhaus, donde la continuidad de la envolvente y la eliminación de puentes térmicos
son fundamentales, esto cobra aún más relevancia. Realizar una inspección en condiciones
inadecuadas —como con temperaturas exteriores suaves o sin diferencial térmico— puede generar
imágenes poco contrastadas, interpretaciones erróneas o directamente omitir defectos reales.
Por eso, planificar el momento de la inspección es tan importante como contar con un equipo de
calidad. Factores como la orientación del edificio, la exposición solar previa, el horario o las
condiciones meteorológicas influyen directamente en la lectura térmica.
En condiciones controladas, la termografía permite detectar defectos de aislamiento,
discontinuidades o infiltraciones de aire de forma no invasiva. Pero para que esa información sea
válida y útil, el escenario debe estar preparado de forma consciente y técnica.
La termografía puede ofrecer información muy valiosa en proyectos de alta eficiencia, siempre que se
utilice con criterio técnico y en el contexto adecuado.
Por este motivo, es fundamental que su aplicación no se limite al uso de una herramienta, sino que
esté acompañada de una formación sólida y una metodología rigurosa.
Solo así es posible interpretar correctamente las imágenes, distinguir anomalías reales de efectos
ópticos o térmicos circunstanciales, y convertir cada inspección en una fuente fiable de información
para la toma de decisiones.
En un estándar como Passivhaus, donde los detalles marcan la diferencia, la profesionalización del
uso de la termografía ya no es opcional: es parte del compromiso con la calidad del resultado final.